miércoles, 30 de marzo de 2016

Diana de Poitiers



Diana de Poitiers nació en 1499 pertenecía a la familia de Saint Vallier. Su madre Juana de Bartanay mujer de Jehan de Poitiers murió cuando ella era muy  joven  y la mandaron a vivir con el rey Francisco I.

Con esta familia aprendió idiomas, música, las costumbres, caza, el arte de la conversación y el baile. Desde muy pequeña destaco en el aprendizaje de los idiomas y en el uso de los instrumentos.

A los 15 años fue dada para que se casara con Louis Breze, gran senescal de Normandía él cual le sacaba muchos años. Esa unión le hizo colocarse en una  buena posición social. Con él tuvo dos hijos nacidos en 1517 y en 1520.

Así comenzó a ganarse las simpatías de la corte de Francisco I. Fue ingeniosa e inteligente y tenía un buen sentido del misterio,  muchos lo  consideraban de gran atractivo. Su belleza destacaba por su fino porte, alta y delgada, con su cabello dorado, su piel de alabastro y sus hermosos ojos verdes.

Como muchas mujeres del renacimiento, ella solía llevar una máscara de terciopelo para proteger su piel del sol, así como de los posibles arañazos que le podrían producirse.


Con la muerte de la reina Claude, Diana fue la encargada de la educación de los niños de la corte. Esto  fue un paso importantísimo  para ser conocida socialmente. 



                                          Diana de Poitiers

La dama renacentista



Lucrecia Tornabuoni fue una de las grandes mujeres de la Italia del Renacimiento. Se convirtió en un Médici por patrimonio, fue la madre de uno de sus más importantes miembros, Lorenzo y fue una de las principales representantes de la cultura renacentista. Modelo de grandes pintores, Lucrecia fue también escritora y promovió alguna de las obras artísticas más importantes de la Florencia del Quatroccento. En la imagen que encontráis a la derecha, podéis ver un retrato de Lucrecia, atribuido a Domenico Ghuirlandaio.




De Lucrecia se conservan unas 49 cartas que suponen una importante fuente de conocimiento acerca de la vida cotidiana de las mujeres en la Italia del Renacimiento.


Lucrecia Tornabuoni ayudó en la protección de algunos grandes artistas del momento y fue una de sus modelos. El más destacado es sin duda el cuadro de la Madonna del Magnificat, en el que Sandro Botticelli puso a la virgen María el rostro de Lucrecia. A continuación, podéis observar la obra de Botticelli:



Lucrecia Tornabuoni fue una aunténtica dama de su tiempo.

martes, 29 de marzo de 2016

Mujeres pintoras nacidas en el S.XVI



         A lo largo de la historia, las mujeres han permanecido al margen de muchos ámbitos culturales. Y es que, no es necesario ahondar en los registros históricos, para darse cuenta de que la mujer ha estado a la sombra de las creaciones de la humanidad. Pero... ¿Es así? En absoluto. Por ello, la finalidad del presente blog es investigar la labor de la mujer, en este caso en el Arte del Renacimiento. Solo así, lograremos devolverle el reconocimiento que, por distintos obstáculos que fueron encontrando, de alguna manera aún les pertenece.



Sofonisba Anguissola



La pintora nació en Cremona, Italia en 1530. Perteneció a una familia noble y culta, la cual le daba mucha importancia a la formación humanista y artística. Esto permitió que Sofonisba tuviera relación con pintores como Campi y Gatti. Cuando tuvo 20 años se fue a vivir a Roma, donde conoció a Miguel Ángel Buonarotti. Los dos compartieron dibujos y consejos.

Su trayectoria fue difícil, ya que en esta época el aprendizaje de la pintura y el pertenecer a un taller de hombres no estaba permitido para las mujeres. Pero su suerte cambio cuando su padre le permitió trasladarse a vivir a Milán. Durante su estancia en dicha ciudad el Duque de Alba le encargo realizarle un retrato.  A este le encanto el retrato y le pidió a Felipe II que la contratará. Poco tiempo después la tercera mujer de Felipe II le invitó a ser su dama de compañía y pintora de la corte.
Sofonisba aceptó la invitación y se trasladó a España, durante la estancia realizo muchos retratos a la familia real entre los que destacan los retratos de Felipe II y de Isabel de Valois. Ambos se pueden ver hoy en día en el Museo del Prado.
Unos años después de la muerte de Isabel, Sofonisba se fue a vivir a Palermo, donde tuvo su periodo más productivo de su vida.
Después de vivir por diferentes países y de tener distintos esposos, se trasladó de nuevo a Palermo a morir.